lunes, 6 de abril de 2015

Actuaciones menores

   Al quitar los falsos techos nos encontramos con que el tabique del pasillo, construido en tiempos recientes, llegaba hasta las vigas de madera pero no cerraba el arco más alto que forman entre sí las bovedillas. Esto no tuvo mayor importancia mientras estuvieron ocultas, pero como nosotros pensamos dejarlas a la vista teníamos que cerrar esos huecos. Y para ello utilizamos unas rasillas que habíamos sacado más o menos enteras de otro punto de la casa; éstas son más estrechas que los ladrillos supermahones que forman el tabique, pero no mucho, así que se podrían apoyar aceptablemente en ellos. De estos últimos también disponíamos, pero teníamos que cortarlos para adaptarlos al espacio a rellenar y no disponemos de electricidad para hacerlo limpiamente con una sierra radial (al ser huecos, si los golpeas manualmente se rompen con facilidad por donde tú no quieres que se rompan).






   Así que con un taladro inalámbrico (que funciona con baterías recargables) fui perforando las rasillas (que son macizas) en las líneas que había marcado sobre ellas, por donde me interesaba cortarlas para adaptar su forma al arco de las bovedillas. Después, piqué con cuidado entre las perforaciones con la maza y el cincel para conseguir un corte lo más ajustado posible a lo deseado: solo se me rompieron aleatoriamente un par de ellas.

   Una vez que tenía todas las piezas preparadas para cerrar los huecos, las fui dejando en posición sobre la plataforma del andamio que había instalado en el pasillo. Hice una gaveta de mortero 7,5, me subí a aquel, humedecí con el aspersor manual las zonas donde iba a trabajar y fui colocando las piezas en sus lugares correspondientes, fijándolas con el mortero. Cuando terminé de ponerlas les apliqué abundante mortero alrededor y por encima, con el objeto de cerrar los pequeños agujeros que habían quedado y unirlo todo bien entre sí, como se puede apreciar arriba. Al día siguiente, con el mortero ya seco, procedí a extender una primera capa de yeso, tal y como se ve en la foto de abajo: una capa basta, sobre la que más adelante aplicaré otra más fina y el enlucido de acabado.




   En entradas anteriores os he comentado que con el yeso es muy difícil trabajar, porque (al contrario que el mortero) su tiempo de utilización una vez preparado es muy corto, endureciéndose enseguida. El truco para poder manejarlo durante un rato más es verter primero el agua en la gaveta y sobre ella el yeso (nunca al revés), espolvoreándolo para que no forme grumos. Se puede medir una parte de agua por otra de yeso o simplemente ir vertiendo éste hasta que comience a saturarse la gaveta, formando islitas que emergen. Se remueve un poco, pero lo justo e imprescindible, ya que contra más se mueva antes fraguará el yeso. Se deja reposar cinco o diez minutos y cuando empieza a tomar cuerpo, se extiende con la llana por la pared.

   Continuará...

No hay comentarios:

Publicar un comentario