Una vez repartidos por la habitación una decena de testigos dispuestos en tres hileras, los aseguramos con un buen pegote de cemento rápido alrededor. En cuanto estuvo seco hicimos más mortero para formar las líneas maestras que nos servirán de guía a la hora de nivelar todo el suelo. Previamente se ha de humedecer bien la franja en la que vamos a
trabajar y se ha de levantar un poco el mallazo (con unos trocitos de
baldosa o azulejo) para que quede atrapado de forma equilibrada en el mortero que volquemos. Luego, se echa abundante cantidad de éste entre dos testigos y se lo nivela utilizando los montantes que nos hacen las veces de regle. Repetimos la operación con las demás líneas. En cuanto empiezan a secarse, cuando adquieren una cierta consistencia, se lo termina de igualar pasándole vigorosamente la llana de plástico, como se aprecia en la foto.
Para evitar la formación de grietas, se ha de humedecer regularmente rociándolo con el aspersor manual o algún método similar. Esperamos hasta el día siguiente (entre doce y veinticuatro horas, dependiendo de la temperatura ambiental), cuando ya el mortero esté bien fraguado. Y entonces es cuando comienza el baile de verdad.
Lo ideal sería disponer de una hormigonera, pero si no es el caso (como yo), va bien utilizar una carretilla, en la que se pueden volcar dos sacos de mortero. A estos yo añadía una gaveta y media o dos de arcilla expandida, que es un producto que se utiliza para aligerar el peso global de la masa, ya que pesa muy poco en comparación con el volumen que ocupa (no conviene sobrecargar las vigas y bovedillas que sostienen el suelo). Luego se va echando agua y se mezcla todo poco a poco, sin que queden grumos (parece una receta de cocina, ¿eh?).
La ventaja de utilizar una carretilla con respecto a hacerlo en un rincón del suelo mismo (como se ha hecho tradicionalmente) reside en que, una vez lista la masa, podemos trasladarla cómodamente hasta donde nos interese y volcarla directamente. Quizás hay que tener un poco más de cuidado durante la preparación (para no tirarlo todo fuera) pero compensa lo fácil y rápido que resulta luego su manipulación final. Y cuando tienes que repetir esta operación quince o veinte veces vale la pena que los últimos pasos sean tan ágiles.
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