Tal y como pudisteis apreciar en la última foto de la anterior entrada y en esta de arriba, extendimos un aislamiento sobre las baldosas viejas y el mortero del antiguo baño. Como toda esta superficie quedaba por debajo del resto del piso, lo nivelamos con otra capa de mortero para que cuando pusiéramos las nuevas baldosas éstas quedaran enrasadas con el resto de la casa. Este tipo de procesos ya os los expliqué en las entradas del 29-07-2014 y anteriores.
Una vez nivelado procedimos a colocar las baldosas que habíamos comprado, un ajedrezado que imita los suelos hidráulicos de principios del siglo XX. A priori el efecto de envejecimiento parece muy bien conseguido, pero como el esmaltado sólo se hace sobre la capa superficial (y no media baldosa, como las antiguas), se desconchan con cierta facilidad: estas imitaciones no aguantan bien los golpes, las caídas de objetos y el desgaste de una cocina. La verdad es que quedan muy bonitas, pero nos han dado un resultado relativamente malo: son elegantes pero no utilitarias.
Comenzamos a ponerlas desde el pasillo de entrada a la cocina, para enrasarlas con el resto del piso y para establecer líneas paralelas con respecto a la puerta. Sobre estas líneas dibujamos ángulos de 90º y comenzamos a colocar las baldosas con cemento cola, una llana con peine y el nivel, tal y como os he explicado en ocasiones anteriores. Una vez puestas las de la entrada y partiendo de éstas, proyectamos varias líneas paralelas sobre el resto de la estancia para utilizarlas como referencia a la hora de colocar las siguientes. Debían estar alineadas con las "alfombras hidráulicas" del resto del loft, no con la pared de la cocina, que, al no estar a escuadra, no nos servía de referencia.
Casi en paralelo (en función de la disponibilidad de nuestro apreciado colaborador, muchísimas gracias, o del fontanero) fuimos cerrando con placas de yeso el techo, sellando con mortero las regatas y cubriendo con yeso las zonas donde iban a ir los muebles.
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