jueves, 5 de marzo de 2015

Primeros pasos (y 4)

   Así que en cuanto dispuse de un andamio, lo monté en la terracita interior y me subí al tejado para inspeccionarlo por encima. Como ya os comenté, hace un tiempo fue aumentada su altura (posiblemente en los años ochenta o noventa), pero por lo que me encontré, después de esa reforma no lo volvieron a pisar nunca más. Y un tejado se ha de mantener, ya que es la parte de la casa más expuesta a las inclemencias del tiempo. Es una pena que no sacara fotos del momento en que subí por primera vez, ya que era impresionante. Las saqué al día siguiente.






   Las partes más bajas de ambos lados del tejado, allá donde se juntan con el canalón que recoge el agua, son unos aleros de obra integrados en las fachadas. Había allí una especie de pradera verde formada por líquenes, musgos y plantas crasas que, en una de las esquinas del lado norte, formaban casi una selva. Allí se había ido acumulando la tierra que deposita la lluvia y la arena que desprenden las tejas al irse degradando. Y allí habían echado raíces las plantas más grandes, rompiendo la tela asfáltica que impermeabilizaba esta zona. La foto de arriba la muestra una vez que saqué los cuatro o cinco capazos llenos de tierra y plantas que podéis ver abajo.




   Al estar la tela asfáltica rota, el agua que acumulaba este bosquecillo se iba filtrando por las paredes maestras, saturándolas. Ahora entendía porqué la parte alta de la fachada está en mal estado y tiene una tonalidad como musgosa; y porqué al quitar el falso techo de cañizo me encontré con que la parte interior estaba húmeda.

   Además, las tejas estaban tan deterioradas que muchas de ellas se rompían en añicos al pisarlas. No se rajaban, no, se partían en pedazos. Y eso que yo estoy acostumbrado a andar por el tejado de nuestro dúplex-loft, ya que al vivir justo debajo de él, cuando hay que reparar o cambiar algo siempre subo yo. El truco para no romper las tejas consiste en caminar con cuidado, dejando caer el peso de cada pie sobre dos tejas a la vez. Pero aquí, hiciera lo que hiciera, las tejas cedían una tras otra. Creo que cambié unas sesenta o setenta, después de eliminar la maleza que había entre ellas. En la foto de abajo podéis ver un pequeño ejemplo de lo que me encontré: se supone que el agua ha de discurrir por donde está esa planta. Así estaba medio tejado.




    Una vez cambiadas la mayoría de las tejas rotas y limpiados (más o menos) los espacios entre ellas, había que volver a impermeabilizar las áreas rotas de tela asfáltica, para detener las filtraciones. Para ello hay dos opciones: la más duradera es cubrirlo todo con una nueva capa de tela asfáltica, pero hace falta un soplete para calentarla y que se pegue; la solución más sencilla y rápida es poner varias capas de pintura de caucho sobre las superficies deterioradas. El próximo día os lo cuento.

1 comentario:

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