Cuando expliqué el proceso de restauración de los suelos se me pasó por alto el paso final relacionado con el suelo hidráulico: el rejuntado o relleno de las juntas. Ya comenté que este tipo de baldosas se puede poner al ras (tocándose entre ellas, como estaban originalmente) o con una pequeña separación. Como nosotros las colocamos con separaciones de 2 mms, al terminar había que rellenarlas. Para ello se utiliza una pasta de juntas, un mortero especial que, en nuestro caso, ha de ser apto para huecos profundos ya que estas baldosas son bastante más gruesas que las actuales. Los hay de muchos colores; sólo hay que elegir el que más se ajuste a nuestras necesidades. Puede ser elástico o no; nosotros pusimos entre juntas uno que tenía una flexibilidad baja, pero en los límites con los marcos de madera colocamos otro más elástico (al tratarse de la junta entre distintos materiales las tensiones son mayores).
Además de la pasta hace falta un recipiente para preparar la mezcla y una llana de goma (como la de arriba) para extenderla. Hay que proteger con cinta de pintor los marcos de madera para que no se ensucien. La mezcla se realiza con agua o con un aditivo que le aporta más flexibilidad y ha de quedar bastante ligera, como una lechada, para que penetre bien en las juntas.
Se recoge el mortero con una paleta y se coloca un pegote sobre uno de los lados de la llana, aplicándolo vigorosamente sobre un tramo de juntas de la superficie embaldosada. Se retira el sobrante de la llana y se la vuelve a pasar en diagonal por el suelo para recoger el exceso de pasta, pero sin vaciar las juntas. Así sucesivamente hasta que lo cubramos todo. Esperamos hasta que los restos de la lechada que ha quedado sobre las baldosas pierdan su brillo y se vuelvan mates y los retiramos con un trapo húmedo, sin llegar a tocar las juntas. Al día siguiente, cuando éstas estén bien secas, volvemos a limpiar concienzudamente y eliminamos todo el sobrante.
Terminado el rejuntado hay que proteger y enlucir el suelo. Inicialmente nosotros realizamos un experimento, aplicándole el mismo barniz que le dimos al suelo de madera. Pero resultó un fracaso: no agarró bien sobre la baldosa y empezó a levantarse en algunas partes. Así que optamos por decaparlo con la lijadora y aplicar varias capas de cera. La primera sin diluir, para sellar los poros de la baldosa y la segunda diluida en agua, para acabar de darle el brillo que la gastada superficie había perdido.
Hasta la próxima.
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