Aunque restauramos el suelo en tres fases separadas entre sí por algunos meses, sólo os voy a explicar una de manera genérica, ya que el proceso fue el mismo en todas ellas. Como os comenté en la anterior entrada, lo primero que había que hacer era levantar las baldosas o rasillas que había de origen en el piso. En la mayoría de los casos fue una tarea sencilla ya que estaban colocadas con mortero de cal sobre la base arenosa. Había que romper una o dos situadas en alguna esquina y a partir del hueco creado ir levantando las siguientes ayudándote de la piqueta o de la maza y el cincel/cortafríos. Lo malo es que las baldosas, que queríamos reutilizar, salían en bastantes
casos con todo el pegote de mortero adherido debajo y luego habría que
limpiarlo sin romperlas. Pero eso sería más adelante.
Afortunadamente, sólo nos encontramos unas pocas áreas que se habían reformado modernamente (dos antiguos cuartitos y la cocina) y donde utilizaron cemento para colocar las rasillas. En ellas había que romper el piso a base de maza y cincel para poder sacarlo a cachitos, ya que las piezas no salían enteras.
Tras haber dejado el suelo limpio de baldosas y rasillas procedimos a igualar la base inferior de arena y gravilla. Extendimos en el suelo un montante de los utilizados para las estructuras de placas de yeso laminado, que es recto y mide tres metros de longitud, y le colocamos encima el nivel. Los albañiles profesionales utilizan un regle metálico que mide esto mismo y se puede adquirir en los almacenes de construcción. Con restos de rasillas puestos debajo como testigos, obtuvimos la nivelación a lo largo y ancho de todo el espacio. Y repartimos la gravilla para igualarla.
Lo curioso es que al mover la arena de un lado para otro aparecieron distintos objetos mezclados con ella y que, evidentemente, habían abandonado allí los trabajadores que construyeron la casa: huesitos (de pollo quizás), trozos cerámicos y metálicos, y lo más interesante, una gran hoja de un periódico local de la época en que se construyó este suelo y que está fechada el domingo 28 de junio de 1908. Está deteriorada pero todavía se pueden leer perfectamente las noticias con las que envolvió su bocadillo del almuerzo un albañil de hace más de un siglo.
Continuará...
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