Terminado el altillo y las partes altas de nuestro dúplex-loft ahora tocaba restaurar los suelos. Trabajar desde arriba hacia abajo tiene la gran ventaja de que no te has de preocupar demasiado de las superficies inferiores cuando trabajas en las alturas, si las ensucias o deterioras, ya que las restaurarás posteriormente. En cambio, si lo hicieras al revés, desde abajo hacia arriba, las partes bajas ya estarían reformadas cuando te enfilaras al techo y por mucho que las protegieras se estropearían inevitablemente cuando se te cayeran materiales o herramientas sobre ellas o al mover de sitio los andamios o las escaleras.
En la foto superior podéis ver el aspecto que ofrecían los suelos justo antes de que comenzáramos a levantarlos. Se aprecian claramente las divisiones espaciales que existían en el piso con anterioridad al derribo de los tabiques. El 75% estaba cubierto por suelo hidráulico, que consiste en baldosas de cemento prensadas e impresas con dibujos geométricos o florales propios de las casas de la primera mitad del siglo XX, como las de la izquierda. El 25 restante con simples rasillas como las de la derecha. Todas ellas estaban colocadas con mortero sobre una base de arena y grava que descansaba sobre las vueltas catalanas (bovedillas) que forman el piso.
La capa arenosa se había ido moviendo en algunos puntos con el paso de los decenios y por ello el suelo presentaba algunas ondulaciones o baches, apreciables a simple vista. Nuestra intención era levantar todas las baldosas y rasillas, recuperar y restaurar las baldosas que estuvieran bien, nivelar la base de arena y gravilla, colocar encima un encofrado de mallazo, echarle una capa de mortero, recolocar el 50 o 60% del suelo hidráulico en la posición que nos interesara y cubrir el resto del suelo con tablones machihembrados de madera. De esta manera íbamos a crear una serie de espacios cuadrados o rectangulares con las baldosas para formar ambientes sutilmente diferenciados, todos ellos enmarcados y unidos entre sí por los tablones de madera.
Como os podéis imaginar todo esto no se hace en dos días. Y la polvareda que se levanta es impresionante. Así que decidimos dividir el piso en tres zonas, para hacerlo por fases: la primera se correspondería con el ala norte y hasta la puerta de entrada; la segunda sería la parte central; y la última, el lado sur. Para minimizar la cantidad de polvo que entrara en el resto de la casa colocamos unos grandes plásticos que caían desde el falso techo hasta el suelo. Esperamos hasta tener tres o cuatro días libres, ya que no es el tipo de trabajo que se puede ir realizando poco a poco, a ratos sueltos, sino que se ha de hacer intensivamente. Por lo menos la parte relacionada con la albañilería. Y nos pusimos manos a la obra...
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