Una vez fijadas las seis vigas grandes, colocamos las tres menores que van en el pasillo de entrada al piso (que tiene 1,50 m de ancho). Luego había que hacer (con dos trozos pequeños) una T entre éstas, para dejar el hueco en donde se colocaría la escalera de acceso al altillo. Para hacer esta T encargamos unos soportes de acero en una calderería y atornillamos a ellos las vigas (como podéis ver más abajo).
Repetimos el mismo proceso con la viga que había que colocar en el espacio donde está el tragaluz, ya que no se podía apoyar en éste debido a que sus paredes son simples tabiques, no soportan cargas. La apoyamos con otra T en las vigas que habíamos puesto a lado y lado. Ya teníamos listo el esqueleto del altillo.
Ahora teníamos que montar el suelo, que iba a consistir en unos tablones de madera machihembrados. Estos podían ser de distintas medidas: entre los 2 y los 4 m de largo por 12 cm de ancho y 2 de grueso, pero contra más largos más posibilidades tienes de que estén combados y luego no engasten bien entre sí. Lo cual os aseguro que es un problema, ya que si no encajan perfectamente el piso se va descuadrando y hay que ir corrigiendo este descuadre.
No nos dieron unas directrices claras a la hora de fijar el piso: nos vinieron a decir que unos carpinteros las pegan, otros las clavan y algunos más las ponen a presión únicamente. ¡Vosotros pegarlas todas poniendo cola en las hembras e ir clavando algunas a las vigas de cuando en cuando! Si no se os desmontará (como a nosotros nos pasó con una parte) todo el tinglado: la madera es un elemento natural y en el verano pierde humedad y se contrae, mientras que en el invierno se humedece y dilata. ¡Fijarlas bien entre sí y a sus respectivos soportes! Eso sí, dejando siempre una junta de dilatación con las paredes que luego disimularéis con un embellecedor.
Arriba podéis ver como quedó el altillo. Continuará...
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